EXTRAÑA COINCIDENCIA

Me dirigía hacia el tribunal en autobús, cuando se subió al mismo una señora, quien era idéntica a mi abuela, incluso llevaba un vestido color blanco de puntos rojos, el cual era muy similar al que ella utilizo para ingresar al hospital, del cual nunca salió.

Me puso totalmente erizados todos los vellos del cuerpo, mi corazón se detuvo y mis ojos se llenaron de lágrimas, como pude, me levante de asiento, seguí a la señora y me senté a su lado, no podía creer que un sueño tan recurrente se hiciera “realidad”, ella me sonrió y yo le devolví la sonrisa, y sin más, miles de recuerdos afloraron, nuestras conversaciones vespertinas acompañadas de un sorbete, nuestras risas, nuestras lágrimas, tus consejos, tus sueños, tus enojos, tus preocupaciones.

Recordé tus manos blancas, las cuales contrastaban con tu tez de piel morena, no sabía porque ello, tampoco me atrevía a preguntarte el motivo, luego ya mayor supe que era un vitíligo que tu nunca te trataste, de igual manera recordé el día que te dio parálisis facial, y vi como tu boca se cambio de lugar, y uno de tus ojos se cerró completamente, cuando regresaste a casa del hospital te bese en el “lado malo de la cara” y te pusiste a llorar, me sentí tan culpable de ello, pensé que te había herido, y a razón de ello me hice responsable de darte tus medicinas a tiempo y los correspondientes masajes faciales, así como de ayudarte a hacer los ejercicios respectivos enfrente al espejo, ya que tu siendo maestra necesitabas recuperarte lo más pronto posible para ir a dar clases.

Y tal como en mi sueño recurrente, la señora se ha levantado, me ha dicho la frase: “Hija, dame permiso me tengo que bajar”, y me he hecho a un lado, sin poder ver hacia atrás, luego ella se baja y ambas seguimos nuestros caminos separados pero unidas por los recuerdos y momentos compartidos.