Este día he estado recordando cierta anécdota de mi niñez y tiene relación a un hecho personal que quiero compartir con ustedes,
Un día cualquiera de jornada escolar, cuando yo tenía alrededor de 6 años de edad, y asistía a preparatoria en un colegio cercano a mi casa, mi madre, quien no había ido a trabajar ese día, no sé porque motivo, al llegar la hora de salida del colegio fue a recogerme a la carrera, cometiéndo un pequeño error, no revisó si en su cartera llevaba las llaves de la casa, algo muy importante a la hora de nuestro regreso, ya que evidentemente no podíamos entrar.
Entonces nos quedamos sentadas a fuera de la casa, no había lugar con "sombra" para sentarnos, estabamos debajo del sol, y era un sol tan fuerte, pues era casi mediodía, y para nuestra "suerte" no se encontraba algún vecino cerca en casa, estabamos solas.
Al rato de estar así, observe que mi madre me miraba muy fijamente, y miraba la ventana de la casa, su mirada se alternaba, "hija - ventana", "ventana - hija", luego me dice: "Carlita, tú eres delgada y si quito dos vidrios de la ventana y evades los barrotes de la defensa, puede ser que entres a la casa y abras la puerta principal, y así no estaremos más tiempo afuera".
El plan estaba hecho, y si era cierto yo era delgada, tanto así, que de cariño en mi familia me apodaban "Gato seco" o "Panterita rosa", pero yo mire la ventana, y la veía muy estrecha y no creía que atravesará la misma, por más delgada que yo fuera, y además tenía miedo que del "otro lado" como iba a ser mi caída, era un atentado contra mi misma, esa mujer estaba loca, pero aún con todos mis miedos, lo hice, entré por la ventana a la casa y le abrí la puerta a mi madre. Ella estaba super contenta, y me dijo "ya ves aunque se nos cierre una puerta siempre hay una ventana para entrar".
Recuerden yo tenía aproximadamente seis años de edad, eso fue un concepto muy "abstracto" para mí, y no lo comprendí hasta ahora, que nuevamente he atravezado otra ventanita por mi madre, para así ayudarle a abrir la puerta principal, haciéndola saber que estoy a su lado, viendo su alegría y dicha y que no se encuentra sola. Ahora soy yo quien le ha dicho "ya ves aunque se nos cierre una puerta siempre hay una ventana para entrar".